Una casa, por más linda que sea, puede caer si no tiene cimientos sólidos. Así somos también nosotros si caminamos por la vida sin identidad.
Hace unos días, mi hijo menor y yo nos sentamos juntos, uno frente al otro, para hacer una actividad sencilla pero profunda: Construir IDENTIDAD.

Primero hicimos una lista de algunas características de su personalidad, cómo se percibe él a sí mismo. Luego yo participé con mis observaciones. Terminamos dibujando la silueta de su mano sobre una hoja de papel y escribiendo dentro todas las peculiaridades que habíamos reunido.
He tenido esta misma conversación con cada uno de mis hijos por años y al paso del tiempo me doy cuenta de que este es un tema sin fin. Cuando pensé que ya habíamos dejado bien claro que cada uno de ellos es único, amado, especial, magnífico y talentoso, me doy cuenta de que todavía hay mucho que decir y construir en esta área.
En realidad ¿quién soy? ¿Quienes quiero que sean mis hijos? ¿Es algo que yo puedo elegir o la vida ya lo eligió por mi? ¿Puedo intervenir para construir identidad en mis hijos? Bueno, estas preguntas son difíciles de contestar pero he elegido decir que sí, que efectivamente yo puedo aportar para que ellos descubran quienes son y lo que pueden lograr con eso.
Hay identidades sociales que nos definen y que mucho tienen que ver con el tiempo histórico en que nacimos y la conciencia que decidimos construir sobre ello: ser ciudadano, mexicano, terrícola, católico o musulmán son algunas de ellas. También hay identidades que elegimos casi libremente como: maestro, actor, agricultor o abogado y hay otras identidades con las que nacimos como caucásico, mujer o melancólico.
¿Para qué aprender algo, lo que sea, si no sé cómo apropiarme de ello o para qué apropiarme de ello? Los padres y las madres del mundo debemos invertir gran parte de nuestro día en construir identidad, aquella que te da dignidad, que te hace dar pasos firmes, que te mantiene parado durante la adversidad y que te da la libertad de mostrar lo que ya eres.
Los aprendizajes académicos son importantes pero el mundo de hoy los ha sobrevalorado. Es más valioso, por ejemplo, construir primero un significado alrededor de lo que es ser un HERMANO y utilizar las matemáticas, la física y la ortografía para brillar en esa identidad que subordinar la HERMANDAD a la academia. Pero no te confundas, la virtud humana sin conocimiento tampoco alcanza su esplendor y este maravilloso equilibrio entre uno y lo otro es misión solo de aquellos que se atreven a invertir sus días en la siguiente generación.
Video. https://youtu.be/eaWAqhFrheM