Circula por aquí y allá que hacer un proyecto educativo fuera de la escuela es fácil y todo sale bien, pero eso no es del todo cierto. El día a día puede ser complejo, sobre todo si tienes ideas dispersas de lo que quieres lograr, y además te das cuenta que esas ideas han sido dictadas por la escuela.
Hay muchas razones por las que un niño o una niña pueden mostrar resistencia o apatía para aprender. Aquí te doy algunas ideas que te pueden servir tomando en cuenta que solo es una pequeña lista de posibles razones:
1. Inmadurez. Los seres humanos tenemos un complicado sistema nervioso que tiene que ver todo con el aprendizaje. El cerebro es parte de él y su funcionamiento todavía es un gran misterio, aun cuando hemos descubierto ya muchas cosas. Hay áreas que se encargan de ciertas funciones específicas, como el córtex pre frontal que se encuentra justo en la zona de la frente. En esta parte del cerebro se llevan a cabo funciones que tienen que ver con el autocontrol, la aceptación de las normas sociales, la percepción y manifestación de emociones, la autoconciencia y el pensamiento crítico. Según algunos expertos la maduración de esta zona lleva muchos años, alrededor de 20. Puede ser que tu pequeña hija o hijo solo necesite madurar esta zona de su cerebro y para ello necesita tu ayuda. Rutinas bien definidas, límites amorosos pero firmes y metas familiares claras son magníficas herramientas para ayudarlos. Ten paciencia y construye carácter interno.
2. No saben a dónde los llevas. Como padres y madres puede ser que tengamos claro qué queremos lograr con un proyecto de aprendizaje familiar, pero ellos deben saberlo también. Siéntate frecuentemente con ellos y platícalo. Menciona todo el tiempo lo que es importante para ustedes como padres. Deja que abracen con su corazón y con su mente el proyecto junto contigo. Cuando vean a dónde se dirigen, su visión cambiará también.
3. Eres apático a ciertos temas o contenidos. Perciben que no te gusta aprender, que lo haces por obligación o que solo es un requisito para lograr ser “alguien en la vida”. Los niños difícilmente hacen lo que dices pero siempre hacen lo que haces. Aprender es un privilegio y eso solo nos debe llenar de gratitud. Cuando para ti sea un honor investigar lo desconocido, indagar para resolver algo y preguntar genuinamente para aprender, ellos también lo harán.
4. No has encontrado el mejor momento. Los seres vivos tenemos un reloj interno que nos mantiene vivos y en buen estado. Cuando éste no se respeta, solemos manifestarlo de muchas formas. Dificultad para concentrarse, mal humor, apatía, cansancio, exceso o falta de hambre, etc. Generalmente entre 10:00 y 12:00 horas del día estamos en nuestra máxima alerta y mejor capacidad de concentración, sin embargo, eso no significa que todos somos iguales. Debes descubrir cuál es la “mejor hora” de aprendizaje en familia. Tampoco todos los días del año son iguales, por ejemplo, durante el invierno solemos necesitar más horas de sueño, o por ejemplo, los niños crecen más rápido durante la primavera, causa de algunos malestares en los huesos; mientras que en el otoño, los cambios de humor se acentúan por alteraciones en la producción de hormonas. Obedecer estos ciclos naturales les hará aprender de forma orgánica. Comienza por establecer algunas rutinas y observar cómo funcionan. Sé flexible pero nunca pierdas el rumbo.
5. No respetas su velocidad ni sus habilidades. Aprender de forma orgánica no significa tener aprendizajes pobres sino exactamente lo contrario. Hay aprendizajes muy importantes como habilidades sociales, de limpieza, aritmética o excelente uso del lenguaje materno. Eso se debe construir de forma consistente y deliberada pero siempre respetando la velocidad y ritmos de cada uno. No puedes apresurar aprendizajes ni forzarlos, pero sí debes propiciarlos intencionalmente porque son importantes. Si respetas el estilo para aprender y la velocidad, se convertirán en aprendizajes significativos.
6. Sigues pensando que la currícula estandarizada es la mejor forma de aprender. No, no es así. Para algunos de nosotros puede sernos útil el orden y la profundidad en la que se abordan los contenidos en la currícula, pero no a la mayoría. Es muy probable que tus hijos quieran aprender temas que ni siquiera aparecen en ella y eso está bien. Los chicos pueden adentrarse en temas de ciencia, de tecnología o del arte que los pueden llevar a convertirse en expertos a temprana edad, y tú puedes respetar y honrar eso.
7. Falta de libertad. Los niños pequeños, y aun los jóvenes, necesitan jugar, descansar y aburrirse de vez en cuando. Saturar la agenda diaria no siempre significa mejor calidad de vida o buena educación. Cuando dejamos poco margen de maniobra libre les estamos robando el privilegio de aprender respetando su esencia y eso les roba identidad y dignidad. Deja que ellos decidan algunos rumbos, metodologías y tiempos. Esto les hará encender motores internos de autogestión para que paulatinamente se conviertan en los precursores de sus propios aprendizajes.
8. Exceso de “libertad”. Hay mucha confusión con el término libertad. No se puede expresar verdadera libertad si antes no se construye identidad y para lograrlo es necesario la cercanía constante y consciente de un adulto amoroso y paciente que acompañe, sostenga, corrija y aliente. Por ello la importancia de que sean los padres los adultos más cercanos y enfocados en esto. Puede ser que en aras de la “libertad” estés dejando a tus hijos a su propia suerte y abandono. Créeme, la libertad la conseguirán a como dé lugar a su tiempo, pero tu compañía solo estará limitada a un espacio y un periodo muy corto.
9. Tienen hambre de ti. Muchos lloriqueos, berrinches, disgustos, arranques de ira o resistencia a tu liderazgo no es más que un grito desesperado de: ¡Quiero estar contigo! ¿Cuántas veces al día repites?: -“Espera un momento mi amor, mamá está ocupada”- o –“Regreso más tarde y jugamos, te lo prometo”- Los niños y los jóvenes requieren grandes dosis de atención y enfoque, sin distracciones ni prisas de tu parte. Detente un poco y pon atención en lo importante. Olvida por un momento que deben aprender las tablas de multiplicar y simplemente ¡pon atención en ellos!
10. “Cansada” y “enojada” son tus estados más frecuentes. La maternidad es muy retadora. Implica una resistencia física evidente y equilibrio interno constante. No hay prisa para aprender a leer y escribir. Es mucho más valioso que dediques las pocas fuerzas que te quedan en el día a leer un cuento, jugar con plastilina, recostarse sobre el pasto para ver la forma de las nubes o hacer burbujas de jabón, que traer una nube negra de mal humor sobre tu cabeza provocando tensión y amargura en el ambiente. El polvo de los muebles siempre estará esperando, la infancia de tus hijos no.
11. Quieres que aprendan solo lo que tú consideras importante. En realidad los seres humanos siempre estamos aprendiendo, así que, si tu hija o tu hijo se resiste a aprender algo que le exiges, eso no significa que no esté aprendiendo nada, solo significa que no está aprendiendo lo que tú quieres que aprenda. Ábrete a la posibilidad de que adquiera conocimiento a través del abordaje de otros temas diversos. Te sorprenderá ver todo lo que pueden conocer si les permites explorar lo que les interesa.
12. No hay orden. Tu semana es un caos porque te distraes fácilmente con otras actividades que no son importantes. Tu inconstancia confunde enormemente a tus hijos y crea un ambiente de descontento. Siéntate con tus hijos a las 11:00 am (o a la hora que escojas) sin falla, todos los días. No importa si son 15 minutos o 3 horas, solo aparta ese momento del día para aprender con ellos. Lean, canten, hagan experimentos en la cocina, escriban una carta, hagan un pastel, planten un jardín de polinizadores… lo que sea. Los pequeños hábitos son más poderosos de lo que te imaginas. Cualquier material costoso que compres perderá toda su fuerza si el desorden gobierna tu cabeza.
¿Crees que nunca lo lograras? Claro que lo harás, yo lo sé.