Te presento el testimonio de una hermosa madre y su familia. Estoy segura de que recibirás mucho de estas palabras.

Mi pequeño de seis años, Jared, llega a mi cama a darme abrazos y besos, me levanto, abro las cortinas y sacudo las sábanas, mientras Deniz, mi hija de nueve años, se viste. Persigo al niño por la casa para darle el primer suplemento del día. Es algo que le divierte mucho, a veces aún no estoy preparada y él ya está corriendo mientras ríe y repite: “¡No vas a atraparme!!”. Mi esposo ya salió a comprar lo necesario para el negocio y para la casa.



Deniz y yo preparamos juntas el desayuno, le voy explicando el por qué de cada cosa que hacemos y ella aprovecha para hablarme de sus ideas y hacerme preguntas que van desde “¿Por qué le ponemos una pizca de azúcar a los chilaquiles si son salados?” hasta “¿Crees que sea posible regresar de la muerte?”.
También le encanta inventar chistes, y me pregunta qué tan graciosos son en una escala del uno al diez. Desayunamos juntos entre risas y comentarios de todo tipo. Jared recoge los platos. Reviso mi agenda y hago anotaciones mientras termino mi café y los niños hacen sus cosas. Jared se entretiene formando palabras con las letras del Scrabble, Deniz lee. Amo ver el sol iluminando mi casa, y me doy tiempo de pensar en nuestra vida..

En realidad, todos los días son hermosos, pero no siempre estamos en condición de notarlo. Yo trabajé desde que Deniz tenía un año, y hasta hace unos meses. Me levantaba a las 6 a.m. y salía de la casa estando los niños dormidos aún, regresaba por la tarde, sin ánimos de nada. Comía sola y luego me encerraba un rato en mi recámara para descansar. A veces íbamos de compras, regresábamos a cenar y se acabó el día. En ocasiones salíamos al parque, pero me sentía ausente, con la cabeza llena de pensamientos relativos al trabajo y deseando regresar a la casa a prepararme para el siguiente día. Otras veces pasaba la tarde limpiando, y de pésimo humor..

Me gustaba mi trabajo, pero la vida se sentía como una eterna carrera en la que veía todo pasar junto a mí, sin poder detenerme a hacer algo. Así vi a mi hija sufrir la escuela, ir convirtiéndose en una niña nerviosa y tímida que no se parecía en nada a la pequeñita ocurrente que yo conocía. Vi a mi hijo comportarse diferente a los demás.. el tiempo pasaba tan rápido que era fácil engañarme y pensar que todo estaba bien. Pero cuando Jared tenía cuatro años no pude evadir más la realidad, yo ya seguía con atención varios grupos de homeschoolers, soñando con algún día educar en casa yo también, en uno de ellos comenté el comportamiento de mi hijo (recuerdo haber comenzado mi consulta explicando que preguntaba ahí porque ellos sabían de todo.. no estaba equivocada), y tuve la fortuna de que Bárbara Pérez, de la SEP viera mi pregunta y me diera una cita para que en una institución evaluaran a mi niño por posible TEA, y a mi hija por Aptitudes Sobresalientes.

El camino hacia el diagnóstico de mi hijo fue muy revelador. Me di cuenta de que no podía concentrarme en él, porque me absorbía el trabajo, el dolor me sobrepasaba, pero a mis colegas les dije que estaba contenta porque al fin sabríamos con qué estábamos tratando. Mientras tanto la psicóloga que evaluaba a mi hija nos mandó un cuestionario para su maestra, y las respuestas parecían referirse a otra niña: No participa, es distraída, apagada, muchas veces está sola, le cuesta aprender… Al final la psicóloga perdió los datos y tuvimos que enfocarnos en Jared, porque ya había un diagnóstico: Síndrome de Asperger.

Deniz sufría de maltratos por parte de sus compañeros, varias veces fuimos a la escuela por éste motivo, y una de esas veces el Director me dijo que también era porque mi niña tenía “perfil de víctima” como indicando que sólo a ella le pasaban esas cosas. La realidad es que les pasaban a muchos niños, pero ella tenía la confianza de decírmelo. Mi esposo, que sobrellevaba lo suyo en silencio, no quiso que Jared entrara a la escuela. Para mí el reloj seguía corriendo.. quería atender a mi familia, educar a mis hijos, las crisis de comportamiento del niño se habían vuelto insostenibles, y yo no me imaginaba sin trabajar. Lloraba mucho, oraba más, pero no confiaba más que en mis fuerzas. Le pedía a Dios una señal, como si no me hubiese dado suficientes ya. Comencé a tener dificultades en el trabajo, actuaba en automático y sólo intentaba sobrevivir un día a la vez.

Y entonces, renuncié. El mismo día que pude tomar la decisión me fui. Ni siquiera me despedí de mis amigos, porque no podía arriesgarme a perder ése instante de lucidez. Creí que me iba a arrepentir, pero eso sigue sin suceder.

Era diez de mayo, mi hija no participaba en los festivales, porque ése era un privilegio reservado para los alumnos sobresalientes, y de cualquier manera no le hacía ilusión sabiendo que su mamá no podría ir a verla. Así que en casa era un día como cualquier otro, excepto porque ella faltaba a la escuela. Llegué, descansé un rato y ella fue a preguntarme por qué estaba yo ahí. Le dije que por fin había renunciado, y entonces pude ver la sonrisa más hermosa y radiante que ésa preciosa pequeñita hubiese esbozado jamás. Afortunada como soy, tuve el tino de inmortalizar el momento en una foto.

Ahora mis hijos aprenden en casa. Jared comenzó a cambiar de inmediato, pude enfocarme en una terapia personalizada, y el pasar el día con su mamá hace el resto. Nos abraza, ya no le duelen los besos ni le molesta la música. Cuando la ansiedad lo hace brincar, brincamos con él y entonces ríe. Comunica sus emociones, y yo sé que es un niño feliz. Despertamos agradecidos, reímos, cantamos, hablamos todo el día. Deniz me dice que soy su persona favorita en el mundo, yo le repito una y otra vez cuánto la amo, igual que amo al pequeñito adorable que se lanza a mi cama en cuanto abre los ojos por la mañana, que nos hace mil cariñitos, que aprende de modo poco convencional llenando la casa de bloques, cartas y fichas de colores.

Hace ya nueve meses que paso el día en casa junto a mi esposo y mis hijos. Ellos nos ven hacer planes, ayudarnos, conversar, ser cariñosos uno con el otro. Tenemos nuevas reglas: En ésta casa colaboramos, nos respetamos, nos amamos mucho..

Hay menos dinero, pero lo administramos muy bien, nada nos falta. Y sigo trabajando, ahora en mi proyecto más importante y mi verdadero legado: Mis hijos. 




La vida es maravillosa. Es cuestión de poder detenerse.. y observar.

Ivonne

0 comentarios en “Hoy hace un hermoso día.”

  1. Ana Trejo de Sainz

    Qué valiente decisión Ivonne, y los resultados te seguirán sorprendiendo… Amé la sonrisa de tu hija…
    En esta época, que la vida agitada y complicada nos envuelve, es súper sabio poner un freno, evaluar y decidir bajarnos de ese tren que parece envolvernos y estrellarnos en cualquier momento… así justamente como lo hiciste tú. Felicidades! Y ánimo en este proyecto tan valioso, hermoso y trascendente.

  2. Qué valiente Ivonne! En mi casa hay dos niños de 8 y 14 años con Asperger. El de 10 años alguna característica de repente manifiesta, pero nada de llamar la atención.
    Por alguna razón no me acabo de decidir a dejar la escuela, quizá porque no ea la típica escuela en muchos sentidos, pero también porque han hablado maestros que de verdad han apoyado mucho a mis hijos. Pero te leo y me digo: deberíamos hacerlo ya! Sé que en particular Lucas, el menor, sería muy beneficiado, y luego me detengo porque por fin ya tiene amigos, igualitos de nerds que él jaja! Y luego pienso en la cantidad de dinero que gastamos cada año y me rebelo a seguir en el sistema…
    No tienes idea de la cantidad e libros y blogs que he leído sobre educar en casa y de verdad no sé qué me detiene. Quizá sea que pienso demasiado.
    Algún consejo?
    Gracias!

  3. Iris Natalia Alava

    Lo que nos ha faltado a la mayoria de los padres a actuar distinto es la valentia de ser quienes realmente somos, esta carta me parece tan importante que la voy a imprimir para copiarla y pasarsela a varias personas que sé que están hartas de vivir así, vemos a la gente muy feliz pero desafortunadamente la mayoria ya no sabe qué hacer con sus vidas, y cuando otros lo hacen y tienen el valor de reconocer sus deficiencias, nos abre un camino para que otros veamos que solo tenemos que tener el valor de decidir vivir de verdad. Es mejor arriesgarse a ver que hay más alla del alambrado,de la expectativa de vivir, y no levantarse un día más sabiendo de antemano que es el mismo día que se repite todos los días.

  4. Totalmente de acuerdo Iris. Hoy platicaba con una amiga que cambiará a su hija menor de la escuela (la misma a la que asisten mis hijos) por lo decepcionada que está del costo – beneficio. Y de lo que tiene que hacer en vacaciones para que sus hijos tengan bien asimilados conceptos básicos.
    Nos quedamos con la plática a medias, pero tocamos varias alternativas. Ya les contaré.

  5. Me encantó la forma tan hermosa de redactar tu experiencia, yo tengo casi ya un año que hice lo mismo, renuncie a mi trabajo y decidí hacer homeschooling con mis hijos, creo que me queda mucho por hacer y he cometido muchos errores, de los cuales he aprendido y primero Dios iremos mejorando. Pero lo que si no cambio es todos lo que hemos logrados con nuestros hijos. Tu artículo me ha inspirado a redactar mi experiencia, pronto me animaré y también me gustaría compartirla.

    1. Cecilia Arévalo

      Hola Yolanda, Ivonne es la escritora del artículo y te contestara pronto. Yo soy Cecilia Arévalo, la creadora de este blog.
      Si quisieras escribir tu experiencia y no tienes un lugar donde compartirla, este blog puede ser un lugar donde lo puedes hacer.
      La intención es alentar e inspirar a los padres de habla hispana con experiencias reales y resultados estimulantes.
      Piénsalo…

      1. Yolanda Castelán

        Hola Cecy, buenas noches.

        Si claro que me gustaría compartir mi experiencia, haré una propuesta y te la envío para que me des tu punto de vista.

        Gracias

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